martes, 24 de noviembre de 2009

EL CAMPO INVISIBLE

ABC, Martes , 24-11-09

EL campo, ese lugar lleno de barro donde los pollos corren vivos, que decía con sarcasmo Julio Cortázar, sigue siendo para muchos españoles un sitio extraño de donde salen de vez en cuando miles de manifestantes con pantalones de pana subidos en tractores para cortar el tráfico de las capitales. Al respecto de la boutade de Cortázar, es una siniestra realidad que cuando a los niños de primaria se les pide que pinten un pollo lo dibujan asado, y mucha gente de ciudad cree que los tomates o las verduras se recolectan ya en bandejas de plástico. Los urbanitas sólo ven en los cortijos y caseríos un sitio para montar, subvención mediante, un hotelito con encanto. En el moderno mundo posindustrial el campo no existe si no molesta y por eso los agricultores tienen que plantarse de vez en cuando en el corazón de la ciudad a hacer ruido para que no los olviden. Aun así arrastran mala fama de clase pasiva desde que Bruselas decidió pagar la improductividad de ciertos cultivos y algunos propietarios aprovecharon para ganar dinero plantando subvenciones. La burguesía urbana ignora adrede que esas ayudas, igual que los subsidios jornaleros, sirven para fijar la población a la tierra y evitar migraciones a las metrópolis de masas de gente sin futuro; pero ya ni con eso vale porque los precios en origen han caído en picado, la distribución asfixia márgenes y la economía global llena de productos foráneos las estanterías de los hipermercados.
El campo que se movilizó este fin de semana es el damnificado silencioso de la recesión, para el que nadie prevé soluciones ni siquiera dentro del mantra sostenible. La tecnocracia en boga le está incluso borrando el nombre: los economistas hablan del sector primario y el Gobierno ha cambiado el membrete de Agricultura por el de un vaporoso Medio Rural al que ni siquiera le corresponde medio Ministerio. Se ha hecho invisible; lo único que se les ocurre a los cerebros de la economía es propiciar reconversiones hacia la explotación de la energía o del turismo, que es otra forma de subvencionar: en vez de proteger los olivares o el algodón se da dinero para levantar molinillos eólicos o montar alojamientos rurales. El peso agrario del PIB disminuye de año en año y el problema campesino dejó hace tiempo de constituir un mito ideológico como el que sustentó el reformismo republicano.
Lo más dramático de la protesta sectorial del sábado y el domingo era el pintoresquismo ajeno con que la miraban los ciudadanos. Ya están ahí esos otra vez, qué querrán ahora los muy pesados; al menos esta vez no han parado la circulación en horario laborable. Una distancia sideral, perpleja, como si los manifestantes proviniesen de una suerte de catacumbas sociales. Para la sociedad posmoderna, esencialmente urbana, el campo es apenas el trasunto lejano de un paisaje. Y estéril, porque ni siquiera se puede recalificar.









1 comentario:

  1. "El campo, ese lugar donde los pollos pasean crudos", yo creía que era una frase de Max Jacob, aunque es posible que también la dijera Cortazar.

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